Me ha gustado bastante esta precuela de la saga del Planeta de los Simios que, como buena precuela, cuenta cómo La Tierra se convierte en un planeta donde los humanos prácticamente desaparecen y los primates asumen el control.
Todos recordaréis que en el final de la película original de 1968 protagonizada por Charlton Heston, se veía que La Tierra había sido destruida y pasada a ser dominada por monos que hablan.
Pues bien, en esta película se muestra el origen de esa raza de simios tan inteligentes, que no es otra que la manipulación genética por parte de los humanos. Como ocurre algunas veces en la realidad, buscando la cura para una enfermedad, en este caso el alzheimer, se da con un virus capaz de dotar de inteligencia a los chimpancés sobre los que se prueba, sobre todo a uno, César, que es hijo de una de las primeras hembras con las que se experimenta.
No voy a contar mucho más del argumento y me voy a centrar en la parte técnica, una de las grandes bazas de la cinta. César, el protagonista, está hecho de forma increíble. Vale que son capturas de movimientos sobre un actor real, como se hizo con Gollum en El Señor de los Anillos, pero eso no le resta ni un ápice de mérito a las caras, los movimientos, los gestos o la integración con el entorno. El resto de simios también está muy logrado y, por ejemplo, la escena en el puente de San Francisco, donde hay mucho movimiento, está muy bien hecha.
En cuanto a la historia y los personajes, el protagonista humano es regulacirllo, su novia un florero que no encaja de ninguna forma, los cuidadores del refugio de animales, malos como ellos solos y el dueño de la empresa, que muere convenientemente, más cegado por el dinero que por otra cosa. En fin, bastante estereotipados.
Aún así, la recomiendo porque vistos los bodrios que se pueden encontrar actualmente, está bastante bien, sobre todo si conoces el trasfondo de las películas originales y sabes hacia donde se dirige irremediablemente la historia.
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