Decepcionante. Esa es la palabra que se me ocurre tras ver la última película de Ridley Scott. Y no es que sea mala, que no lo es, solo que no es lo que yo esperaba.
Cuando me gusta una historia, como era el caso de Alien, y me entero de que van a sacar una película relacionada, soy capaz de no leer nada, ni ver ninguna foto, ni enterarme del guión, para no romper el momento de ver la película. Lo he conseguido, incluso, con Star Wars. Supongo que en este caso, he sido traicionado por mis propias expectativas.
La historia es buena. Varios descubrimientos arqueológicos llevan a concluir que en diferentes épocas de la humanidad, culturas y razas sin contacto posible entre sí conocieron a unos hombres del espacio que, además, dejaron un pictograma de su mundo.
No se sabe quiénes son esos seres, pero los científicos que lideran el proyecto creen que, incluso, podrían ser nuestros creadores. Varios años después se monta una expedición con una nave, la Prometheus, que tarda algo mas de 2 años en llegar al planeta marcado.
A partir de aquí se sucede la parte de la película con más reminiscencias del Alien original, con desapariciones, algún mínimo susto, el descubrimiento de los seres que han ido a buscar y su historia. Hasta ahí, bien. Después, un poco peor.
Y es que la parte final no me ha gustado demasiado. No voy a contar nada por no destriparla, pero es bastante increíble en general, dentro de que es una historia de ciencia-ficción, claro.
Como resumen diré que la película no está mal, que posiblemente alguien sin mis expectativas previas la disfrute más, y que espero que esta crítica no os tire para atrás pues no era esa mi intención en absoluto.
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